jueves, 29 de enero de 2015

LA TEORÍA DE LA ANGUSTIA EN FREUD

LA TEORÍA DE LA ANGUSTIA EN FREUD

En el sentido y uso vulgares se lo hace equivalente a ansiedad extrema o miedo. La Angustia puede definirse como  un modo afectivo de carácter penoso que se caracteriza por aparecer como reacción ante un peligro desconocido o impreciso, suele estar acompañado por intenso displacer psíquico y por pequeñas alteraciones en el organismo, tales como elevación del ritmo cardíaco, temblores sudoración excesiva, sensación de opresión en el pecho o de falta de aire; de hecho, “angustia” desde los griegos refiere a un “angostamiento de la garganta”.  

Ahora bien, por ser un estado afectivo de índole tan particular, ha sido tema de estudio del psicoanálisis, que ha realizado los principales aportes para su conocimiento y lo ha erigido como uno de los conceptos fundamentales para comprender la psicopatología y la clínica, ya que la angustia es trans-estructural, todos la hemos sentido de una u otra manera. Como todos los conceptos freudianos, el de angustia fue construido por Freud poco a poco, articulándose a la vez con los demás que integraban la teoría psicoanalítica en pleno desarrollo, y creciendo a la luz de los nuevos descubrimientos que el maestro vienes realizaba en su práctica clínica.

La angustia y la ansiedad pueden distinguirse por su grado, la angustia se considera una ansiedad llevada al extremo y excesiva; la ansiedad seria un estado de alerta exacerbado en donde el sujeto puede sentir muchas cosas del mundo como amenazantes, cuando no lo son realmente. La angustia, entonces, es una forma de experiencia que desborda las capacidades racionales y conscientes del sujeto, lo que podría llevarnos a pensar que no solo estaría implicada la mera biología del cerebro, sino que existirían factores históricos y contextuales, la influencia del pasado en el presente, así se ve implicado en su análisis la forma en la que el sujeto la vivencia y experimenta subjetivamente, es decir, qué función cumple, qué es lo que alerta al sujeto, qué gana el sujeto con todo este sufrimiento. Entendemos aquí la angustia como el afecto que se refleja muy bien en la pintura de Munch el Grito.         

Para el psicólogo cognitivo Ricardo Ros, la angustia es una respuesta normal en el ser humano, y también en todos los animales, cuando existe un peligro real. La angustia es lo que nos hace huir o evitar una situación potencialmente peligrosa. El problema es cuando el cerebro interpreta que existe un peligro cuando no lo hay, porque entonces se producen todos los síntomas de la ansiedad: sudoración, taquicardias, falta de concentración, falta de memoria, etc., y nos quedamos bloqueados; esta descripción nos remite a la idea de grados afectivo, que van del estrés y la ansiedad como estados de alerta normales necesarios para afrontar el día a día, y de allí los escalones que suben hasta a la angustia propiamente dicha. 

Para el psicoanalista, todo esto ademas tiene relación con la consciencia de la enfermedad, en el yo y el ello Freud dirá que esta implicada en la angustia la forma en la que el sujeto acepta o niega su propia enfermedad, es decir, la propia conciencia de la angustia, la forma en que la interpreta y presta significación a sus aspectos más absurdos; así, la conciencia de la enfermedad y la angustia se presentan como: "un inmenso sufrimiento moral frente a un mundo reconocido como tal, a una realidad exterior ahora inaccesible".


Primeros desarrollos freudianos

En sus primeros desarrollos sobre la angustia, Freud comienza señalando la particularidad de este estado afectivo penoso, que es el afecto penoso por excelencia, diferente de todos los otros. Lo que lo hace tan particular y digno de investigación dirá Freud es, en parte, que aparece refiriéndose a algo indeterminado es decir sin objeto. Dice además, en la conferencia 25 de las conferencias de introducción al psicoanálisis, que en realidad no necesita presentarla al lector, pues es seguro que alguna vez la ha sentido, dada su universalidad. En este mismo texto de 1916 (17) señala la necesidad de una explicación del tema diferente de la medicina académica de la época que pretendía reconducir todo a cuestiones orgánicas, lo cual le restaba importancia a este concepto pues, en palabras de Freud:

(…) el problema de la angustia es un punto nodal en el que confluyen las cuestiones más importantes y diversas: se trata en verdad, de un enigma cuya solución arrojaría mucha luz sobre el conjunto de nuestra vida anímica. (Sigmund Freud: Conferencias de introducción al psicoanálisis, conferencia 25).  


Angustia realista y angustia neurótica

En esta primera versión de la teoría de la angustia (luego de las elucidaciones alcanzadas más adelante con respecto al Yo, el Ello  y el Superyó Freud hará un giro fundamental), parte de la diferencia entre diferencia entre angustia realista” y “angustia neurótica”. La angustia realista es aquella que, como un apronte angustiado, alerta y prepara para la huida ante un peligro exterior; es un estado de atención sensorial incrementada y tensión motriz. Puede haber dos desenlaces para ella: o bien genera una reacción adecuada al fin y se limita a una señal que ayuda a ponerse a salvo del peligro, o genera por el desarrollo total de la angustia una reacción inadecuada que termina por paralizar al individuo. Es importante diferenciar la angustia del miedo y del terror. El miedo a diferencia de la angustia se refiere claramente a un objeto, y el terror es el sentimiento que aparece, justamente, cuando no hubo apronte angustiado y el peligro sobresalta.

Sin embargo lo que verdaderamente le interesa Freud es lo que llama angustia neurótica. En relación con ciertos cuadros clínicos encuentra tres constelaciones posibles: una “angustia expectante” o libremente flotante que está a la espera de unirse de forma pasajera a cualquier objeto posible; una angustia que se ha relacionado con un peligro externo que a cualquier observador le parece desmedida; y aquella angustia que se da en forma de ataques o de permanencia prolongada pero sin que nunca se le descubra fundamento exterior.  En todos estos casos la pregunta es ¿A qué se le tiene “miedo” en la angustia neurótica? En sus primeros desarrollos Freud concluye, obteniendo esta idea del estudio de las neurosis actuales y de la excitación sexual inhibida (y otras neurosis como la histeria), que la angustia es una trasmudación de la libido no aplicada: es decir, que ha obrado la represión sobre una moción de deseo  inconsciente, y que el monto de energía psíquica o libido ligado a esa representación reprimida, que necesariamente debe ser descargado, pasa a la conciencia como angustia. Es que la aplicación de esa libido, si bien a priori seria placentera, no acuerda con el principio de realidad y terminaría generando un monto mayor de displacer al Yo. En el caso de la angustia infantil la reconduce a una endeblez del Yo aun en conformación, que en la añoranza de la persona amada, no puede elaborar aun ese monto de excitación, y lo traspone en angustia (angustia a la soledad, a personas ajenas, etc.), es decir, que en realidad está al lado de la angustia neurótica y no de la realista.

Es en sus indagaciones sobre la relación entre síntoma y angustia, en las que se evidencia que el síntoma impide el desarrollo de esta última al ligar la energía no aplicada, que Freud llega a una primera respuesta; en sus propias palabras:

Aquello a lo cual se tiene miedo es, evidentemente, la propia libido. La diferencia con la situación de la angustia realista reside en dos puntos: que el peligro es interno en vez de externo, y que no se discierne conscientemente. (Sigmund Freud: Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis, conferencia 32).

Sin embargo, Freud vio inconsistente la ligazón entre la angustia realista, que como mecanismo de auto conservación responde a un peligro externo, con lo elucidado sobre la represión y el peligro interno que constituye la libido en la angustia neurótica.   


La segunda teoría freudiana de la angustia

Instancias psíquicas y angustia

Una vez que alcanzó a conocer mejor los procesos diferentes del Yo, el Ello y el Superyó como instancias psíquicas en tensión, llegó a la conclusión de que el Yo es el único “almácigo de angustia”, y que solo él puede producirla y sentirla. Presenta entonces tres variedades de angustia que se corresponden con cada una de las servidumbres o vasallajes a los que está sometido el Yo: la angustia realista, que corresponde a los peligros del mundo exterior; la angustia neurótica, que es sentida por el Yo por la tensión con el Ello donde imperan las pulsiones que solo buscan satisfacción y descarga sin miramiento por la realidad; y la angustia social o de la conciencia moral, en la que el Superyó, receptor de las identificaciones parentales y roles similares de la cultura, arroja su crítica sobre un Yo que quiere alcanzar el ideal. En principio atribuyo la formación de la angustia a la represión, luego ya en 1926 en “Inhibición síntoma y angustia” dice es la angustia la que crea la represión: 2 La angustia causa aquí entonces la represión y no, como antes habíamos dicho (Freud alude aquí a su primera teoría sobre la angustia) que la represión cause la angustia, o sea que la represión transforme el impulso instintivo en angustia.”

El arquetipo del nacimiento y el peligro objetivo de toda angustia.

Freud además, al diferenciar angustia de duelo y dolor por sus particulares sensaciones e innervaciones orgánicas, propone como modelo de la angustia la situación del nacimiento (primer uso de pulmones, aceleración del ritmo cardiaco para evitar el envenenamiento de la sangre, etc.), cuya suma de excitación displacentera es para el humano inmanejable, y que se convertirá en el futuro en la reacción a producir ante la percepción de un peligro como adecuada al fin, si se limita a una señal, o inadecuada, si se paraliza. Esta es una situación de peligro objetiva, pero no se le puede adjudicar al recién nacido ningún conocimiento de ella, no tiene contenido psíquico. La pregunta es entonces como puede repetir esta angustia y recordar esa situación que le permite identificar una situación de peligro.

Para responder a ello se remite a las primeras exteriorizaciones de angustia en los niños: soledad, oscuridad y persona ajena en el lugar  de la madre. Todas reconducen a la pérdida de objeto: en efecto la analogía con la angustia de castración (ver complejo de castración) se impone, pues representa una separación de la madre. Freud va más allá: cuando una niño añora a la madre, dice, es porque sabe que ella satisface sus necesidades sin dilación; quiere resguardarse del aumento de la tensión de necesidad, de la insatisfacción;  esta es la situación de peligro, pues ante ella es impotente para su descarga. Impotente como lo fue en el momento de nacimiento; se ha repetido entonces la situación de peligro. Se trata de un aumento enorme de una energía intramitable. Así sobreviene la reacción de angustia, y esto es por lo que necesita retener el lactante para identificar el peligro y producir la reacción adecuada al fin, que acarrea el llanto y los movimientos. El contenido del peligro se desplaza de esta situación económica a su condición: la pérdida del objeto (pues este objeto el que puede poner término al peligro). La ausencia de la madre genera angustia, porque luego podría devenir el peligro mayor, el verdadero. Es en este momento que l angustia deviene producción deliberada como señal de peligro. L a siguiente mudanza de la angustia se da en la fase fálica, y sigue los lineamientos de la pérdida de objeto: es la angustia de castración, la separación de los genitales que mantiene la posibilidad de reunión con la madre (vuelve otra vez la representación de la separación de la madre). El contenido de las situaci0ones de peligro se ira mudando así a lo largo del desarrollo libidinal y desembo0ca en la angustia social, aunque el Yo puede mantenerlas lado a lado. En el caso de la neurosis, Freud sostiene que la angustia siempre se reconduce a una angustia de castración, y según sea el monto de angustia exteriorizada se habla de una represión mejor o peor lograda.


Angustia señal, desarrollo de angustia y represión

En la segunda teoría sobre la angustia entonces Freud pone el énfasis en la necesidad de un peligro externo, pues ahora es evidente que un peligro interno no puede evocar el arquetipo de la angustia: ese peligro externo que el niño temió y que perduró en el inconsciente adulto es la castración. Pero lo que es más importante ( que descubre por el análisis de fobias infantiles y por la diferenciación entre angustia señal y desarrollo de angustia), la angustia no es el resultado de la represión, sino su condición: es el Yo, el único capaz de generar y sentir angustia, el que se defiende de los peligros ( ahora sabemos objetivos y externos) del Ello y del Superyó, como lo hace del mundo exterior, es decir generando una pequeña señal de angustia, o apronte angustiado, que pone en marcha el mecanismo del principio de placer (que busca evitar un displacer mayor que sobrevendría con el desarrollo completo de la angustia) y activa así el mecanismo de represión que pone al Yo a salvo de la moción pulsional peligrosa, cuya satisfacción acarrearía la consecuencia temida o la consumación de la situación de peligro.

Vemos como Freud logra así una mayor consistencia en su segunda teoría sobre la angustia, que sobreviene a mediados de la década del veinte. El lector debe tener en cuenta la dificultad de comprender un concepto de esta naturaleza, que sustenta y se sustenta en otros conceptos psicoanalíticos tan importantes (como represión, libido, pulsión, Ello, Yo, Superyó, Edipo, Principio de la vida anímica, etc.), si se desconoce los principales nodos teóricos del Psicoanálisis. En los textos utilizados para la redacción de este artículo que configuran a continuación, puede encontrarse más detalles al respecto, así como los fundamentos concretos en los que Freud se basó para sus deducciones.


Bibliografía

Obras completas de Sigmund Freud. Standard Edition. Ordenamiento de James Strachey. Volumen XIX. El yo y el ello. (1923).

Obras completas de Sigmund Freud. Standard Edition. Ordenamiento de James Strachey.  Volumen XVI. Conferencias de Introducción al psicoanálisis. Parte III, Doctrina general de las neurosis (1917 [16-17]). Conferencia 25, La angustia.

Obras completas de Sigmund Freud. Standard Edition. Ordenamiento de James Strachey. Volumen XX. Inhibición, síntoma y angustia (1926 [1925]).

Obras completas de Sigmund Freud. Standard Edition. Ordenamiento de James Strachey. Volumen XXII. Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis (1933 [1932]). Conferencia 32, Angustia y vida pulsional.


martes, 7 de octubre de 2014

LA SIMBOLIZACIÓN HISTÉRICA

LA SIMBOLIZACIÓN HISTÉRICA


En el texto Proyecto de psicología para neurólogos segunda parte, Freud planteará las consecuencias que tiene la psicopatología de la histeria en la concepción de las formaciones psíquicas. Es este primer esbozo de la teoría de la histeria lo que quisiera exponer a continuación.


1. La compulsión histérica

Hay algo propio de la histeria: la compulsión que ejerce una representación llamada hiperintensa, la que tiene una característica particular y paradójica, su emergencia enigmática y absurda; representación que a su vez significa para el sujeto el desprendimiento de un monto de afecto displacentero que no tiene aparentemente ninguna razón ni relación alguna con la representación misma. Es esto lo que Freud tratara de aclarar en el trascurso de su explicación, es decir, determinar el proceso que hace posible este fenómeno tan singular propio de la histeria.

¿Qué es pues lo que encierra esa representación que no tiene porque generar el efecto penoso que genera? Esta representación muestra tres características: 1) es incomprensible, 2) es imposible de ser dialectizada, y 3) es incompatible con el resto del pensar.

Freud entra aquí a comparar esta representación compulsiva con lo que él nombra como neurosis simple, fruto ella de un hecho objetivable real y eficiente lógicamente. En la neurosis simple la compulsión estaría completamente justificada por un hecho real, cosa que no se hace evidente en el caso de la histeria; sin embargo, tienen algo en común, la imposibilidad de dialectizar el pensamiento que aparece en la conciencia y que anima a la compulsión.

Lo que el análisis de esto arroja es lo siguiente: una representación A, que toma al sujeto y que genera un afecto penoso sin sentido (llanto) es a su vez incomprensible para el sujeto; una segunda representación B, que tiene todo el derecho de animar el efecto penoso. Estas dos representaciones tienen una determinada relación: la primera representación A, era una circunstancia colateral y accesoria por tanto, mientras B es la representación que justificaría el efecto penoso que queremos entender; lo que pasa pues es esto: A, la representación sin sentido, remplaza a B en el pensamiento consciente, A es entonces el sustituto, el símbolo de B, dice Freud. He ahí la paradoja, la representación que es realmente inocua es la que acompaña y genera aparentemente el efecto penoso que correspondería lógicamente a la otra representación. Es lo que Freud llamara formaciones de símbolo.

En esta lógica, el símbolo histérico, es decir, la sustitución representacional se nos presenta de manera muy particular, el sujeto no logra articular la relación existente entre dichas representaciones, y la imposibilidad de traer al recuerdo la representación B, aquella que anima verdaderamente el afecto penoso. Lo que puede entreverse es que el símbolo, el sustituto que es A, a devenido en el lugar de la Cosa del mundo, dice Freud, a devenido en lugar de la representación que todo lo anima en este caso. Así las cosas, debe considerarse a la representación B como reprimida, mientras que la A como la compulsión.


2. La génesis de la compulsión

Aquí surge la pregunta por: ¿Cuál es la lógica que rige esta formación patológica del símbolo? Tenemos que conminar el elemento cuantitativo para explicar todo esto.

La representación hiperintensa que despierta el afecto displacentero tiene como característica idiosincrática su naturaleza sexual, cosa que le impone la condición de la represión por encima de cual quiera otra forma del afecto que no sea de origen sexual. ¿Cuál es pues el papel del afecto defensivo?, 1) la compulsión es una segunda vuelta de la represión antes ejercida, y 2) la represión como tal quiere influir sobre la representación B, aquella primera y original, y no sobre su sustituto A como podría pensarse.

Sin embargo, la imposición del pensamiento que se muestra en la compulsión refleja la imposibilidad de una represión total y acabada, en ella, a pesar de todo, algo se hace consciente allende de su objetivo que es el olvido; las cosas así, muestran además un tercer elemento implicado, 3) la exclusión de B de la conciencia no implica su exclusión acabada, sino más bien, la imposibilidad del pensamiento dialéctico racional sobre ella, es decir, la exclusión del proceso del pensar consciente.


3. La falla de la defensa

Todo lo anterior demuestra que el olvido es imposible, pero añade algo, el efecto penoso imprime en la representación la característica de su indestructibilidad y la imposibilidad de que algo en ello no puede ser simbolizado, por tanto, simbolización y olvido en este contexto configuran la acción ideal del olvido cumplido.

Lo que no encaja en esta lógica, y Freud lo plantea, es la característica y relevancia primordial del afecto penoso en tanto su carácter sexual, por sobre otras formas del afecto. Añadamos algo de paso, la represión histérica tiene una particularidad, el desplazamiento simbólico, es decir, la formación del símbolo acontece en tanto es auxiliada por el desplazamiento sustitutivo como tal. La pregunta aquí toma entonces un matiz necesario, lo que debe ser aclarado es el sentido de la represión y su relación con la sexualidad en cuanto impone este trabajo de pensamiento al aparato psíquico.


4. La falsa idea

Viene aquí en ayuda de Freud el caso de Emma. La conclusión que él abre es la siguiente: el símbolo, es decir, el desplazamiento sustitutivo que la represión ejerce genera la falsa idea, adviniendo como símbolo de lo olvidado de manera completamente desfigurada, sin lazo lógico como tal con el acontecimiento real efectivo, proceso este que se nos presenta de manera enteramente enigmática, por lo que el proceso del pensamiento asociativo en este caso se nos muestra enteramente inconsciente.

El caso Emma muestra algo más, en el primer momento, en el momento mismo de la emergencia de la sexualidad las cosas no son displacenteras, condición necesaria para la represión, el displacer es entonces posterior como despertar de lo olvidado. Es la conclusión a la que llega Freud: “Dondequiera se descubre que es reprimido un recuerdo es solo por un efecto retardado que ha devenido trauma”[1]



5. Las condiciones de la formación patológica. La perturbación del pensar por el afecto.

Nos prestamos entonces a aclarar el sentido sexual de todo esto, la cuestión que Freud nos plantea es la prematuración a contra tiempo de la sexualidad en la histeria, su condición entonces necesaria. Es importante algo aquí, el desprendimiento sexual tiene una condición, su anudamiento no se hace a un hecho real vivenciado, sino a su condición de recuerdo, es pues su recuerdo y no su efectividad fáctica lo que nos importa.

Las consecuencias de esto son entonces: la perturbación del decurso normal del pensamiento, ¿por que?, por la intensidad de desprendimiento afectivo o cuantitativo que todo este proceso demuestra, lo que implica el decurso del proceso primitivo de pensamiento que se impone a un proceso de pensar racional consciente. Es la primacía que Freud nos demuestra de la forma del pensamiento primario sobre el pensamiento secundario; el afecto aquí es más intenso, inhibiendo con ello el trabajo de pensamiento que es propio del yo imponiendo con ello la forma de trabajo del pensamiento primario, aquel que se encarga en un primer momento de la tramitación del afecto desprendido de la experiencia vivida, condición a su vez de su acuñación como recuerdo y como huella mnemica.

¿Qué es lo que de todo ello puede concluirse, del carácter patológico de la histeria? La inmadurez del yo impide la simbolización del evento real, lo que tiene consecuencias una vez este, el yo, debe vérselas con nuevos desprendimientos de afecto. Así el yo, por su carácter tardío demuestra su ineptitud para simbolizar aquello que debe ser simbolizado. La conclusión puede ser provisionalmente, que el efecto retroactivo del trauma se deba a la tardanza en el desarrollo de el yo.





[1] FREUD, Sigmund, Proyecto de Psicología para Neurólogos. Obras completas, Vol. 1. Ed. Amorrortu, Argentina, 1976, Pág. 403.


Andrés Felipe Palacio Pérez 
(2007) 

sábado, 28 de junio de 2014

NUDOS BORROMEOS


NUDOS BORROMEOS

Las gráficas de los Nudos Borromeos fueron hechas (Corel Draw) por el autor de este blog para la tesis de Maestría en Investigación Psicoanalítica: "La construcción y la función del Sinthome en la estabilización de Ludwig Wittgenstein" (2009).


Nudo Borromeo Simplificado







Nudo Borromeo Completo







Nudo Borromeo del Sinthome para las psicosis







Nudo Borromeo del Superyó

ESQUEMAS SOBRE LA TEORÍA FREUDIANA


ESQUEMAS SOBRE LA TEORÍA FREUDIANA