sábado, 10 de abril de 2021

Sobre la Pulsión de Muerte

 Sobre la pulsión de muerte

Y entonces, para mi caída final e irrevocable, se presentó el espíritu de la perversidad. La filosofía no tiene en cuenta a este espíritu; y, sin embargo, tan seguro estoy de que mi alma existe como de que la perversidad es uno de los impulsos primordiales del corazón humano, una de las facultades primarias indivisibles, uno de esos sentimientos que dirigen el carácter del hombre. ¿Quién no se ha sorprendido a sí mismo cien veces en momentos en que cometía una acción tonta o malvada por la simple razón de que no debía cometerla? ¿No hay en nosotros una tendencia permanente, que enfrenta descaradamente al buen sentido, una tendencia a transgredir lo que constituye la Ley por el solo hecho de serlo? Este espíritu de perversidad se presentó, como he dicho, en mi caída final. Y el insondable anhelo que tenía mi alma de vejarse a sí misma, de violentar su propia naturaleza, de hacer mal por el mal mismo (E.A. Poe, El gato negro)

En este punto definamos qué se entiende por pulsión y qué relación guarda con el encuentro del sujeto con su goce (Martínez, 2015). Freud nos dice en su texto Pulsiones y destinos de pulsión de 1915, que las pulsiones se encuentran en el límite entre lo psíquico y lo somático, hacen puente entre el organismo y la mente, son un empuje que busca siempre su satisfacción; paradójicamente, la mayor satisfacción será la supresión de dicho empuje, contradictoriamente, la pulsión de muerte combate a la de vida.

Esa pulsión de muerte, luego se transferirá en mucho hacia el superyó, es decir, hacia la consciencia moral y ética del sujeto, lo que nos indica de dónde podrían provenir los autoreproches y los autocastigos que hemos nombrado que atacan al yo del sujeto y en mayor medida al melancólico. Lo describe Freud como la Pulsión de Muerte siempre actúa silenciosamente, sobre todo en las psicosis y en los suicidios (1920). Así, esta idea se corresponde con lo que venimos exponiendo y además determina porque la melancolía es una de las manifestaciones de psicosis; según el mismo Freud lo aclara en su texto El yo y el ello, donde dice:

La relación entre pulsión de muerte y superyó se ve mejor reflejada en la melancolía, por la severidad implacable y sádica contra la que el superyó arremete contra el yo, es un sadismo de puro cultivo de la pulsión de muerte, que a menudo logra efectivamente empujar al sujeto a la muerte, cuando el yo no consiguió defenderse antes mediante el vuelco a la manía (p. 54)

Ahora bien, en un texto muy esclarecedor acerca del suicidio, Hermano Animal de Paoul Roazen, este autor nos indica que el psicoanálisis nos ha enseñado que hay que buscar las raíces del suicidio en ciertas tendencias agresivas que no pueden exteriorizarse, y añade, que el psicoanalista cercano a Freud, Wilhelm Stekel, lo dijo de manera muy clara: “no existe suicida que no haya querido alguna vez matar a otra persona o no haya deseado al menos su muerte” (p. 134-135).

Por lo tanto, podríamos concluir que un suicidio en mucho es un autohomicidio, asesino y víctima se combinan en la misma persona del sujeto, y en mucho los reproches provienen así de la consciencia moral del superyó que agotan los recursos del yo y del narcisismo del sujeto. Para resumir el tema de la pulsión, la definición de Laplanche y Pontalis es lo bastante concisa:

Las Pulsiones de muerte se dirigen primeramente hacia el interior y tienden a la autodestrucción; secundariamente se dirigen hacia el exterior, manifestándose entonces en forma de pulsión agresiva o destructiva. (p. 336)

 Andrés F. Palacio. P. Tomado de Escritos de clínica psicoanalítica. Editorial Bonaventuriana. Medellín. 2019.