LA TEORÍA DE LA ANGUSTIA EN FREUD
En el sentido y uso vulgares se lo hace equivalente a ansiedad extrema o miedo. La Angustia puede definirse como un modo afectivo de
carácter penoso que se caracteriza por aparecer como reacción ante un peligro
desconocido o impreciso, suele estar acompañado por intenso displacer psíquico y por pequeñas alteraciones en el organismo, tales
como elevación del ritmo cardíaco, temblores sudoración excesiva, sensación de
opresión en el pecho o de falta de aire; de hecho, “angustia” desde los griegos refiere a un “angostamiento de la garganta”.
Ahora bien, por ser un estado afectivo de índole tan particular, ha sido tema de estudio del psicoanálisis, que ha realizado los principales aportes para su conocimiento y lo ha erigido como uno de los conceptos fundamentales para comprender la psicopatología y la clínica, ya que la angustia es trans-estructural, todos la hemos sentido de una u otra manera. Como todos los conceptos freudianos, el de angustia fue construido por Freud poco a poco, articulándose a la vez con los demás que integraban la teoría psicoanalítica en pleno desarrollo, y creciendo a la luz de los nuevos descubrimientos que el maestro vienes realizaba en su práctica clínica.
La angustia y la ansiedad pueden distinguirse por su grado, la angustia se considera una ansiedad llevada al extremo y excesiva; la ansiedad seria un estado de alerta exacerbado en donde el sujeto puede sentir muchas cosas del mundo como amenazantes, cuando no lo son realmente. La angustia, entonces, es una forma de experiencia que desborda las capacidades racionales y conscientes del sujeto, lo que podría llevarnos a pensar que no solo estaría implicada la mera biología del cerebro, sino que existirían factores históricos y contextuales, la influencia del pasado en el presente, así se ve implicado en su análisis la forma en la que el sujeto la vivencia y experimenta subjetivamente, es decir, qué función cumple, qué es lo que alerta al sujeto, qué gana el sujeto con todo este sufrimiento. Entendemos aquí la angustia como el afecto que se refleja muy bien en la pintura de Munch el Grito.
Para el psicólogo cognitivo Ricardo Ros, la angustia es una respuesta normal en el ser humano, y también en todos los animales, cuando existe un peligro real. La angustia es lo que nos hace huir o evitar una situación potencialmente peligrosa. El problema es cuando el cerebro interpreta que existe un peligro cuando no lo hay, porque entonces se producen todos los síntomas de la ansiedad: sudoración, taquicardias, falta de concentración, falta de memoria, etc., y nos quedamos bloqueados; esta descripción nos remite a la idea de grados afectivo, que van del estrés y la ansiedad como estados de alerta normales necesarios para afrontar el día a día, y de allí los escalones que suben hasta a la angustia propiamente dicha.
Ahora bien, por ser un estado afectivo de índole tan particular, ha sido tema de estudio del psicoanálisis, que ha realizado los principales aportes para su conocimiento y lo ha erigido como uno de los conceptos fundamentales para comprender la psicopatología y la clínica, ya que la angustia es trans-estructural, todos la hemos sentido de una u otra manera. Como todos los conceptos freudianos, el de angustia fue construido por Freud poco a poco, articulándose a la vez con los demás que integraban la teoría psicoanalítica en pleno desarrollo, y creciendo a la luz de los nuevos descubrimientos que el maestro vienes realizaba en su práctica clínica.
La angustia y la ansiedad pueden distinguirse por su grado, la angustia se considera una ansiedad llevada al extremo y excesiva; la ansiedad seria un estado de alerta exacerbado en donde el sujeto puede sentir muchas cosas del mundo como amenazantes, cuando no lo son realmente. La angustia, entonces, es una forma de experiencia que desborda las capacidades racionales y conscientes del sujeto, lo que podría llevarnos a pensar que no solo estaría implicada la mera biología del cerebro, sino que existirían factores históricos y contextuales, la influencia del pasado en el presente, así se ve implicado en su análisis la forma en la que el sujeto la vivencia y experimenta subjetivamente, es decir, qué función cumple, qué es lo que alerta al sujeto, qué gana el sujeto con todo este sufrimiento. Entendemos aquí la angustia como el afecto que se refleja muy bien en la pintura de Munch el Grito.
Para el psicólogo cognitivo Ricardo Ros, la angustia es una respuesta normal en el ser humano, y también en todos los animales, cuando existe un peligro real. La angustia es lo que nos hace huir o evitar una situación potencialmente peligrosa. El problema es cuando el cerebro interpreta que existe un peligro cuando no lo hay, porque entonces se producen todos los síntomas de la ansiedad: sudoración, taquicardias, falta de concentración, falta de memoria, etc., y nos quedamos bloqueados; esta descripción nos remite a la idea de grados afectivo, que van del estrés y la ansiedad como estados de alerta normales necesarios para afrontar el día a día, y de allí los escalones que suben hasta a la angustia propiamente dicha.
Para el psicoanalista, todo esto ademas tiene relación con la consciencia de la enfermedad, en el yo y el ello Freud dirá que esta implicada en la angustia la forma en la que el sujeto acepta o niega su propia enfermedad, es decir, la propia conciencia de la angustia, la forma en que la interpreta y presta significación a sus aspectos más absurdos; así, la conciencia de la enfermedad y la angustia se presentan como: "un inmenso sufrimiento moral frente a un mundo reconocido como tal, a una realidad exterior ahora inaccesible".
Primeros desarrollos freudianos
Primeros desarrollos freudianos
En sus primeros
desarrollos sobre la angustia, Freud comienza señalando la particularidad de
este estado afectivo penoso, que es el afecto penoso por excelencia, diferente
de todos los otros. Lo que lo hace tan particular y digno de investigación dirá
Freud es, en parte, que aparece refiriéndose a algo indeterminado es decir sin
objeto. Dice además, en la conferencia 25 de las conferencias de introducción
al psicoanálisis, que en realidad no necesita presentarla al lector, pues es
seguro que alguna vez la ha sentido, dada su universalidad. En este mismo texto
de 1916 (17) señala la necesidad de una explicación del tema diferente de la
medicina académica de la época que pretendía reconducir todo a cuestiones
orgánicas, lo cual le restaba importancia a este concepto pues, en palabras de
Freud:
(…) el problema de la angustia es un punto
nodal en el que confluyen las cuestiones más importantes y diversas: se trata
en verdad, de un enigma cuya solución arrojaría mucha luz sobre el conjunto de
nuestra vida anímica. (Sigmund Freud: Conferencias de introducción al
psicoanálisis, conferencia 25).
Angustia realista y angustia neurótica
En esta primera
versión de la teoría de la angustia (luego de las elucidaciones alcanzadas más
adelante con respecto al Yo, el Ello y el Superyó Freud hará un giro
fundamental), parte de la diferencia
entre diferencia entre angustia realista” y “angustia neurótica”. La angustia
realista es aquella que, como un apronte angustiado, alerta y prepara para la
huida ante un peligro exterior; es un estado de atención sensorial incrementada
y tensión motriz. Puede haber dos desenlaces para ella: o bien genera una
reacción adecuada al fin y se limita a una señal que ayuda a ponerse a salvo
del peligro, o genera por el desarrollo total de la angustia una reacción
inadecuada que termina por paralizar al individuo. Es importante diferenciar la
angustia del miedo y del terror. El miedo a diferencia de la angustia se
refiere claramente a un objeto, y el terror es el sentimiento que aparece,
justamente, cuando no hubo apronte angustiado y el peligro sobresalta.
Sin embargo lo que
verdaderamente le interesa Freud es lo que llama angustia neurótica. En
relación con ciertos cuadros clínicos encuentra tres constelaciones posibles:
una “angustia expectante” o libremente flotante que está a la espera de unirse
de forma pasajera a cualquier objeto posible; una angustia que se ha
relacionado con un peligro externo que a cualquier observador le parece desmedida;
y aquella angustia que se da en forma de ataques o de permanencia prolongada
pero sin que nunca se le descubra fundamento exterior. En todos estos casos la pregunta es ¿A qué se
le tiene “miedo” en la angustia neurótica? En sus primeros desarrollos Freud
concluye, obteniendo esta idea del estudio de las neurosis actuales y de
la excitación sexual inhibida (y otras neurosis como la histeria),
que la angustia es una trasmudación de la libido no aplicada: es decir,
que ha obrado la represión sobre una moción de deseo inconsciente, y que el monto de energía
psíquica o libido ligado a esa representación reprimida, que necesariamente
debe ser descargado, pasa a la conciencia como angustia. Es que la aplicación
de esa libido, si bien a priori seria placentera, no acuerda con el principio
de realidad y terminaría generando un monto mayor de displacer al Yo. En el
caso de la angustia infantil la reconduce a una endeblez del Yo aun en
conformación, que en la añoranza de la persona amada, no puede elaborar aun ese
monto de excitación, y lo traspone en angustia (angustia a la soledad, a
personas ajenas, etc.), es decir, que en realidad está al lado de la angustia
neurótica y no de la realista.
Es en sus
indagaciones sobre la relación entre síntoma y angustia, en las que se
evidencia que el síntoma impide el desarrollo de esta última al ligar la
energía no aplicada, que Freud llega a una primera respuesta; en sus propias
palabras:
Aquello a lo cual se tiene miedo es, evidentemente, la
propia libido. La diferencia con la situación de la angustia realista reside en
dos puntos: que el peligro es interno en vez de externo, y que no se discierne
conscientemente. (Sigmund Freud: Nuevas conferencias de introducción al
psicoanálisis, conferencia 32).
Sin embargo, Freud
vio inconsistente la ligazón entre la angustia realista, que como mecanismo de
auto conservación responde a un peligro externo, con lo elucidado sobre la
represión y el peligro interno que constituye la libido en la angustia
neurótica.
La segunda teoría freudiana de la angustia
Instancias psíquicas y angustia
Una vez que alcanzó a conocer mejor los procesos
diferentes del Yo, el Ello y el Superyó como instancias psíquicas en tensión,
llegó a la conclusión de que el Yo es el único “almácigo de angustia”, y que
solo él puede producirla y sentirla. Presenta entonces tres variedades de
angustia que se corresponden con cada una de las servidumbres o vasallajes a
los que está sometido el Yo: la angustia realista, que corresponde a los
peligros del mundo exterior; la angustia neurótica, que es sentida por el Yo
por la tensión con el Ello donde imperan las pulsiones que solo buscan
satisfacción y descarga sin miramiento por la realidad; y la angustia social o
de la conciencia moral, en la que el Superyó, receptor de las identificaciones
parentales y roles similares de la cultura, arroja su crítica sobre un Yo que
quiere alcanzar el ideal. En principio atribuyo la formación de la angustia a
la represión, luego ya en 1926 en “Inhibición síntoma y angustia” dice es la angustia
la que crea la represión: 2 La angustia causa aquí entonces la represión y no,
como antes habíamos dicho (Freud alude aquí a su primera teoría sobre la
angustia) que la represión cause la angustia, o sea que la represión transforme
el impulso instintivo en angustia.”
El arquetipo del nacimiento y el peligro objetivo de toda
angustia.
Freud además, al diferenciar angustia de duelo y
dolor por sus particulares sensaciones e innervaciones orgánicas, propone como
modelo de la angustia la situación del nacimiento (primer uso de pulmones,
aceleración del ritmo cardiaco para evitar el envenenamiento de la sangre,
etc.), cuya suma de excitación displacentera es para el humano inmanejable, y
que se convertirá en el futuro en la reacción a producir ante la percepción de
un peligro como adecuada al fin, si se limita a una señal, o inadecuada, si se
paraliza. Esta es una situación de peligro objetiva, pero no se le puede
adjudicar al recién nacido ningún conocimiento de ella, no tiene contenido
psíquico. La pregunta es entonces como puede repetir esta angustia y recordar
esa situación que le permite identificar una situación de peligro.
Para responder a ello se remite a las primeras
exteriorizaciones de angustia en los niños: soledad, oscuridad y persona ajena en
el lugar de la madre. Todas reconducen a
la pérdida de objeto: en efecto la analogía con la angustia de castración (ver complejo
de castración) se impone, pues representa una separación de la madre. Freud
va más allá: cuando una niño añora a la madre, dice, es porque sabe que ella
satisface sus necesidades sin dilación; quiere resguardarse del aumento de la
tensión de necesidad, de la insatisfacción;
esta es la situación de peligro, pues ante ella es impotente para su
descarga. Impotente como lo fue en el momento de nacimiento; se ha repetido
entonces la situación de peligro. Se trata de un aumento enorme de una energía
intramitable. Así sobreviene la reacción de angustia, y esto es por lo que
necesita retener el lactante para identificar el peligro y producir la reacción
adecuada al fin, que acarrea el llanto y los movimientos. El contenido del
peligro se desplaza de esta situación económica a su condición: la pérdida del
objeto (pues este objeto el que puede poner término al peligro). La ausencia de
la madre genera angustia, porque luego podría devenir el peligro mayor, el
verdadero. Es en este momento que l angustia deviene producción deliberada como
señal de peligro. L a siguiente mudanza de la angustia se da en la fase
fálica, y sigue los lineamientos de la pérdida de objeto: es la angustia de
castración, la separación de los genitales que mantiene la posibilidad de
reunión con la madre (vuelve otra vez la representación de la separación de la
madre). El contenido de las situaci0ones de peligro se ira mudando así a lo
largo del desarrollo libidinal y desembo0ca en la angustia social, aunque el Yo
puede mantenerlas lado a lado. En el caso de la neurosis, Freud sostiene que la
angustia siempre se reconduce a una angustia de castración, y según sea el monto
de angustia exteriorizada se habla de una represión mejor o peor lograda.
Angustia señal,
desarrollo de angustia y represión
En la segunda teoría sobre la angustia entonces Freud
pone el énfasis en la necesidad de un peligro externo, pues ahora es evidente
que un peligro interno no puede evocar el arquetipo de la angustia: ese peligro
externo que el niño temió y que perduró en el inconsciente adulto es la
castración. Pero lo que es más importante ( que descubre por el análisis de
fobias infantiles y por la diferenciación entre angustia señal y desarrollo de
angustia), la angustia no es el resultado de la represión, sino su condición:
es el Yo, el único capaz de generar y sentir angustia, el que se defiende de
los peligros ( ahora sabemos objetivos y externos) del Ello y del Superyó, como
lo hace del mundo exterior, es decir generando una pequeña señal de angustia, o
apronte angustiado, que pone en marcha el mecanismo del principio de placer (que busca evitar un displacer mayor que sobrevendría con el desarrollo completo
de la angustia) y activa así el mecanismo de represión que pone al Yo a salvo
de la moción pulsional peligrosa, cuya satisfacción acarrearía la consecuencia
temida o la consumación de la situación de peligro.
Vemos como Freud logra así una mayor consistencia en su
segunda teoría sobre la angustia, que sobreviene a mediados de la década del
veinte. El lector debe tener en cuenta la dificultad de comprender un concepto
de esta naturaleza, que sustenta y se sustenta en otros conceptos
psicoanalíticos tan importantes (como represión, libido, pulsión, Ello, Yo,
Superyó, Edipo, Principio de la vida anímica, etc.), si se desconoce los
principales nodos teóricos del Psicoanálisis. En los textos utilizados para la
redacción de este artículo que configuran a continuación, puede encontrarse más
detalles al respecto, así como los fundamentos concretos en los que Freud se
basó para sus deducciones.
Bibliografía
Obras completas de Sigmund Freud. Standard Edition. Ordenamiento de James Strachey. Volumen XIX. El yo y el ello. (1923).
Obras completas de Sigmund Freud. Standard Edition. Ordenamiento de James Strachey. Volumen XVI. Conferencias de Introducción al psicoanálisis. Parte III, Doctrina general de las neurosis (1917 [16-17]). Conferencia 25, La angustia.
Obras completas de Sigmund Freud. Standard Edition. Ordenamiento de James Strachey. Volumen XIX. El yo y el ello. (1923).
Obras completas de Sigmund Freud. Standard Edition. Ordenamiento de James Strachey. Volumen XVI. Conferencias de Introducción al psicoanálisis. Parte III, Doctrina general de las neurosis (1917 [16-17]). Conferencia 25, La angustia.
Obras completas de Sigmund Freud. Standard Edition.
Ordenamiento de James Strachey. Volumen XX. Inhibición, síntoma y angustia
(1926 [1925]).
Obras completas de Sigmund Freud. Standard Edition.
Ordenamiento de James Strachey. Volumen XXII. Nuevas conferencias de
introducción al psicoanálisis (1933 [1932]). Conferencia 32, Angustia y vida
pulsional.