LA SIMBOLIZACIÓN HISTÉRICA
En el texto Proyecto de psicología para neurólogos segunda parte, Freud planteará las consecuencias que tiene la psicopatología de la histeria en la concepción de las formaciones psíquicas. Es este primer esbozo de la teoría de la histeria lo que quisiera exponer a continuación.
1. La compulsión histérica
Hay algo propio de la histeria: la compulsión que
ejerce una representación llamada hiperintensa,
la que tiene una característica particular y paradójica, su emergencia
enigmática y absurda; representación que a su vez significa para el sujeto el
desprendimiento de un monto de afecto displacentero que no tiene aparentemente
ninguna razón ni relación alguna con la representación misma. Es esto lo que Freud tratara de aclarar en
el trascurso de su explicación, es decir, determinar el proceso que hace
posible este fenómeno tan singular propio de la histeria.
¿Qué es pues lo que encierra esa
representación que no tiene porque generar el efecto penoso que genera? Esta
representación muestra tres características: 1) es incomprensible, 2) es
imposible de ser dialectizada, y 3) es incompatible con el resto del pensar.
Freud entra aquí a comparar esta
representación compulsiva con lo que él nombra como neurosis simple,
fruto ella de un hecho objetivable real y eficiente lógicamente. En la neurosis
simple la compulsión estaría completamente justificada por un hecho real, cosa
que no se hace evidente en el caso de la histeria; sin embargo, tienen algo en
común, la imposibilidad de dialectizar el pensamiento que aparece en la
conciencia y que anima a la compulsión.
Lo que el análisis de esto arroja es lo
siguiente: una representación A, que toma al sujeto y que genera un afecto
penoso sin sentido (llanto) es a su vez incomprensible para el sujeto; una
segunda representación B, que tiene todo el derecho de animar el efecto penoso.
Estas dos representaciones tienen una determinada relación: la primera
representación A, era una circunstancia colateral y accesoria por tanto,
mientras B es la representación que justificaría el efecto penoso que queremos
entender; lo que pasa pues es esto: A, la representación sin sentido, remplaza
a B en el pensamiento consciente, A es entonces el sustituto, el símbolo de B,
dice Freud. He ahí la paradoja, la representación que es realmente inocua es la
que acompaña y genera aparentemente el efecto penoso que correspondería
lógicamente a la otra representación. Es lo que Freud llamara formaciones de
símbolo.
En esta lógica, el símbolo histérico, es
decir, la sustitución representacional se nos presenta de manera muy particular,
el sujeto no logra articular la relación existente entre dichas
representaciones, y la imposibilidad de traer al recuerdo la representación B,
aquella que anima verdaderamente el afecto penoso. Lo que puede entreverse es
que el símbolo, el sustituto que es A, a devenido en el lugar de la Cosa del
mundo, dice Freud, a devenido en lugar de la representación que todo lo
anima en este caso. Así las cosas, debe considerarse a la representación B como
reprimida, mientras que la A como la compulsión.
2. La génesis de la compulsión
Aquí surge la pregunta por: ¿Cuál es la
lógica que rige esta formación patológica del símbolo? Tenemos que conminar el
elemento cuantitativo para explicar todo esto.
La representación hiperintensa que despierta
el afecto displacentero tiene como característica idiosincrática su naturaleza
sexual, cosa que le impone la condición de la represión por encima de cual
quiera otra forma del afecto que no sea de origen sexual. ¿Cuál es pues el
papel del afecto defensivo?, 1) la compulsión es una segunda vuelta de la
represión antes ejercida, y 2) la represión como tal quiere influir sobre la
representación B, aquella primera y original, y no sobre su sustituto A como
podría pensarse.
Sin embargo, la imposición del pensamiento
que se muestra en la compulsión refleja la imposibilidad de una represión total
y acabada, en ella, a pesar de todo, algo se hace consciente allende de su
objetivo que es el olvido; las cosas así, muestran además un tercer elemento implicado, 3) la exclusión de B de la conciencia no implica su exclusión
acabada, sino más bien, la imposibilidad del pensamiento dialéctico racional
sobre ella, es decir, la exclusión del proceso del pensar consciente.
3. La falla de la defensa
Todo lo anterior demuestra que el olvido es
imposible, pero añade algo, el efecto penoso imprime en la representación la
característica de su indestructibilidad y la imposibilidad de que algo en ello
no puede ser simbolizado, por tanto, simbolización y olvido en este contexto
configuran la acción ideal del olvido cumplido.
Lo que no encaja en esta lógica, y Freud lo
plantea, es la característica y relevancia primordial del afecto penoso en
tanto su carácter sexual, por sobre otras formas del afecto. Añadamos algo de
paso, la represión histérica tiene una particularidad, el desplazamiento
simbólico, es decir, la formación del símbolo acontece en tanto es auxiliada
por el desplazamiento sustitutivo como tal. La pregunta aquí toma entonces un
matiz necesario, lo que debe ser aclarado es el sentido de la represión y su
relación con la sexualidad en cuanto impone este trabajo de pensamiento al
aparato psíquico.
4. La falsa idea
Viene aquí en ayuda de Freud el caso de Emma.
La conclusión que él abre es la siguiente: el símbolo, es decir, el desplazamiento
sustitutivo que la represión ejerce genera la falsa idea, adviniendo como
símbolo de lo olvidado de manera completamente desfigurada, sin lazo lógico
como tal con el acontecimiento real efectivo, proceso este que se nos presenta
de manera enteramente enigmática, por lo que el proceso del pensamiento
asociativo en este caso se nos muestra enteramente inconsciente.
El caso Emma muestra algo más, en el primer
momento, en el momento mismo de la emergencia de la sexualidad las cosas no son
displacenteras, condición necesaria para la represión, el displacer es entonces
posterior como despertar de lo olvidado. Es la conclusión a la que llega Freud:
“Dondequiera se descubre que es reprimido un recuerdo es solo por un efecto
retardado que ha devenido trauma”[1]
5. Las condiciones de la formación
patológica. La perturbación del pensar por el afecto.
Nos prestamos entonces a aclarar el sentido
sexual de todo esto, la cuestión que Freud nos plantea es la prematuración a
contra tiempo de la sexualidad en la histeria, su condición entonces necesaria.
Es importante algo aquí, el desprendimiento sexual tiene una condición, su
anudamiento no se hace a un hecho real vivenciado, sino a su condición de
recuerdo, es pues su recuerdo y no su efectividad fáctica lo que nos importa.
Las consecuencias de esto son entonces: la
perturbación del decurso normal del pensamiento, ¿por que?, por la intensidad
de desprendimiento afectivo o cuantitativo que todo este proceso demuestra, lo
que implica el decurso del proceso primitivo de pensamiento que se impone a un
proceso de pensar racional consciente. Es la primacía que Freud nos demuestra de
la forma del pensamiento primario sobre el pensamiento secundario; el afecto
aquí es más intenso, inhibiendo con ello el trabajo de pensamiento que es
propio del yo imponiendo con ello la forma de trabajo del pensamiento primario,
aquel que se encarga en un primer momento de la tramitación del afecto
desprendido de la experiencia vivida, condición a su vez de su acuñación como
recuerdo y como huella mnemica.
¿Qué es lo que de todo ello puede concluirse,
del carácter patológico de la histeria? La inmadurez del yo impide la
simbolización del evento real, lo que tiene consecuencias una vez este, el yo,
debe vérselas con nuevos desprendimientos de afecto. Así el yo, por su carácter
tardío demuestra su ineptitud para simbolizar aquello que debe ser simbolizado.
La conclusión puede ser provisionalmente, que el efecto retroactivo del trauma
se deba a la tardanza en el desarrollo de el yo.
[1] FREUD, Sigmund, Proyecto de Psicología para Neurólogos. Obras completas, Vol. 1. Ed. Amorrortu, Argentina, 1976, Pág. 403.
Andrés Felipe Palacio Pérez
(2007)